12/4/10

EXTREMADURA: LA VERA Y EL JERTE

Empiezo la crónica con una declaración de amor: ¡me encanta Extremadura!
Me fascinan el paisaje, el agua, los pueblos, la comida, la gente...
Volveré, todavía no he visto muchos sitios que merecen la pena. De lo visto, aquí queda una pequeña muestra, centrada en las salidas de senderismo y algunas imágenes de los pueblos de ambas comarcas.

Antes de llegar a Villanueva de la Vera se encuentra la Cascada del Diablo, paraíso del turista perezoso, ya que te bajas del coche, das cuatro pasos, ves la preciosa cascada, haces las pertinentes fotos (algunos con evidente riesgo para su integridad física) y antes de subir al coche, te pasas por el chiringuito. ¡Planazo!
 Este tío se la jugó por la foto, si llega a resbalar, hubieramos empezado el viaje con tragedia. 

El primer pueblo que merece una visita es Villanueva. En la siguiente foto de la plaza, animada un sábado al mediodía, el detalle que me fascina (descubierto al editar la foto) es el maniquí a la izquierda. ¿Qué coño hace ahí eso?? Sobre todo, teniendo en cuenta que no había ninguna tienda de ropa en la plaza.
Todos los pueblos tienen una fuente en el centro de la plaza con parecido aspecto. Son muy sencillas pero me fascinan por alguna razón. Otra cosa que me encanta es la convivencia entre parroquianos y guiris. Qué mejor sitio para matar el tiempo que el poyete de piedra, viendo a los turistas con sus cámaras fotografiar la fuente como si nunca hubieran visto una.
La fuente del centro es de Garganta La Olla (nombre que se presta a un fácil juego de palabras, como descubrió alguien con un rotulador). La última fuente es de Valverde.
En Valverde el Jueves Santo se celebra el Empalao. Es una curiosa forma de intentar conseguir algo por vía divina providencia. Según la web del pueblo el empalao camina descalzo, sobre sus hombros lleva un timón de arado sujeto por una soga de esparto que le envuelve torso y brazos desnudos. (...) La procesión de cada Empalao camina en silencio. Tras él, el grupo familiar cubiertos con mantas oscuras, uno de ellos porta un farol encendido, el Cirineo. En cada estación del Vía Crucis, el Empalao y sus acompañantes se arrodillan y oran en silencio. Cuando se cruza con otro Empalao o con un Nazareno se arrodillan ambos.
Nos quedamos mirando una foto que anuncia un peculiar museo casero sobre objetos cotidianos, ritos y costumbres del pueblo. La dueña de la casa y comisaria de la exposición sale al oir voces y sin más introducción, nos anuncia que se molestaría en abrir el museo si fueramos dos o tres...
De esta afirmación deducimos: 
a) no sabe contar más allá de uno
b) para tres si merece la pena, para dos no, por dios.
Mientras tomamos un café sentadas en el poyete clásico y nos refugiamos de la lluvia, decido darle un aire retro como de años 50 a mi siguiente foto (salvando los vaqueros ajustados de la chica, nada parece haber cambiado en el pueblo).
El agua es la protagonista de muchos rincones y calles. 
   
La vida del fotógrafo es arrastrada, para hacer esta tuve que poner mi trasero en el suelo, intentando no mojarme.
 Al llegar a Jarandilla, descubrimos que el alojamiento reservado no era lo que esperábamos, asi que nos cambiamos a uno con apariencia de más firmeza y seguridad.


                       Cleo comprobando la firmeza del (único) pilar.
 Los lugareños gustan de colgar todo tipo de cosas de sus casas, además de tener una gran inclinación a  hacer pasajes por debajo de las casas y de que estas se toquen en los aleros del tejado, y construir extensiones sobre pilares aparentemente endebles.
 
 
Otra cosa que gusta mucho es dedicar el jardinero municipal a la creatividad vegetal, orgullo del pueblo de Losar de la Vera. La verdad es que tiene mérito, pero es lo único que vimos.






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